Natalia Molinos: Catálogo de la muestra Procesos alterados. Emoción y técnica. Sala de esxposiciones del Palacio Provincial. Diputación Provincial de Alicante. Noviembre de 2015 – enero de 2016. Publicado también en El mirador del arte.

 

El trabajo del artista no se limita a la creación en la soledad de su estudio. La comunicación con los demás, con el público, es la motivación básica de la obra de arte. En Procesos Alterados. Emoción y Técnica de Mario Rodríguez Ruiz nos encontramos con un trabajo que se ha venido produciendo desde 2002, porque la creación es un proceso que parte de las ideas, del mundo espiritual del artista, y va tomando la forma precisa hasta plasmar plásticamente una visión interior. En esta muestra podemos realizar, junto al autor, el viaje desde momentos precedentes hasta lo más actual, Alteraciones, una serie – aún en proceso de trabajo- muy ligada a los sentimientos, los lazos familiares, los roles en las relaciones, desde el padre, a la madre, el hijo,… a los roles de la pareja. Los extremos se tocan y lo virtuoso puede contener una carga negativa inesperada. Pero todo forma parte de nosotros mismos, seres humanos complejos y complicados… Un pensamiento enredado que necesita una manifestación plástica vehemente y a la altura. Cada pieza conlleva un trabajo de varios años hasta darla por finalizada el artista. Los procesos creativos son importantes para conseguir el resultado. La investigación técnica acredita al pintor.

La serie Alteraciones es la que conforma el núcleo central de esta exposición en la Diputación de Alicante. Algo de primitivo, de pulsión ancestral, capta nuestros sentidos desde el primer vistazo por la fuerza plástica que proyectan estos lienzos. Imágenes no explícitas, en las que se entremezclan técnicas, distintas visiones superpuestas una sobre otras. Una particular forma de entender la figuración, violencia en los colores escogidos -los rojos, los negros-, en las pinceladas gestuales de la pintura y en los temas elegidos para cada obra – Sombra por parejas, Mater Misericordiae – que el espectador tiene que desenmarañar, buscar su intrincado y escondido, significado. La obra atrapa al espectador, primero por impulso estético, después por la curiosidad de descubrir que hay detrás. Para conseguir esta atracción, Rodríguez Ruiz elabora un complicado proceso de creación; el artista es cautivado por un objeto o ser, lo fotografía y empieza a trabajar en él mediante dibujos preparatorios a los que se van incorporando otras referencias visuales, en un proceso de collage virtual que finalmente acaba en el lienzo pintado. Son las alteraciones que ocurren cotidianamente en nuestra vida. Imágenes que nos llegan continuamente a la retina y que sin darnos cuenta componen nuestro universo interior; realizamos miles de asociaciones entre unas y otras, se nos acumulan, se nos desbaratan en la imaginación, en la memoria, y, unidas a nuestras propias vivencias, resultan particulares, diferentes para cada uno de nosotros.

Los títulos también llaman a la reflexión. En Mater Misericordiae, se nos plantea el concepto atávico de madre, la madre protectora, la feliz matrona que envuelve a sus retoños, pero también la castradora que los devora… Todos tenemos en mente el famoso cuadro de Goya Saturno devorando a sus hijos. Es también una referencia al paso del tiempo… como el tiempo nos devora a todos, como nuestra juventud se ve devastada ante la juventud pujante que llega plena de vida; mientras un nuevo ser se desarrolla, nosotros nos encaminamos a la decadencia. Un temor que no sólo se refiere a lo físico, sino al poder de influir sobre otros. La madre, sin duda, es la primera figura que nos influye en nuestra vida, nos educa en valores, ideas, pensamientos positivos, pero también nos imbuye ciertos prejuicios. Finalmente, nuestra meta por ser independientes nos obliga a superar los lazos maternales para conseguir ser nosotros mismos. La madre es el símbolo de la fertilidad, de la tierra, del ser… y está rodeada, -como la Santísima Trinidad, por el Hijo, por el Padre-. Padre, pareja… Sombra por parejas, cuyo título hace referencia a un ejercicio del boxeo, nos lleva a otro análisis. Un personaje doble, que se mueve y se esconde detrás de una misteriosa máscara de perfecta belleza clásica. Un par de pies descalzos y un par de zapatillas de boxeo, pero de color rosado. Dos en uno. Mujer y hombre, en el mismo lugar, superpuestos, y dando puñetazos en el aire. La eterna lucha de sexos enfrentada a los múltiples yo de cada ser humano, la cantidad de personalidades que formamos dentro de nosotros mismos, como dijo Walt Whitman «contengo multitudes». El lienzo habla de la dificultad de entendimiento en la pareja, o más bien, del combate eterno por intentar imponerse uno al otro. En definitiva, como en la obra anterior, el artista parece reflexionar de nuevo sobre la lucha por ser uno mismo, por luchar contra sus propios fantasmas, miedos…, que se acrecientan ante el miedo a una pareja que no nos permita «ser».

Otros lienzos completan estas visiones extremistas del significado de las emociones más básicas: Teratoma, dos seres que se devoran entre ellos y que podrían tener un paralelismo en las relaciones fraternales, Títere, la inocencia completamente en manos de los adultos… un lienzo aún por pintar. Cada cuadro nos hace escarbar en nuestro interior… Las impresiones expuestas están realizadas con este mismo concepto, pero su técnica digital permite multiplicar las posibilidades. En ellas encontramos personajes parecidos a los de los grandes cuadros: una Mater que implosiona en vez de explosionar, un hombre en frenético movimiento, ángeles creados a partir de distintos personajes y procesos creativos- especialmente del fotomontaje y el dibujo por ordenador-, llenos de grácil movimiento, la contundente imagen de la muerte creadora de vida…

Todas las imágenes han sido trabajadas a conciencia, tanto en su concepto anímico como en su técnica, por eso no extraña que el autor haya necesitado de años en alguna de ellas para darles la forma final. Pero con este trabajo Rodríguez Ruiz logra su objetivo, hacernos reflexionar, detenernos un momento a pensar qué es lo que estamos contemplando, qué sentimos en nuestro interior al mirarlas. Nada esta al azar. Consciencia e inconsciencia se entremezclan y salen a la luz. Rodríguez Ruiz nos ofrece una invitación a pensar por nosotros mismos.