“Latir, sentir, vivir”. Catálogo de la muestra Alteración de los campos magnéticos. Sala Juana Francés de la Sede Universitaria Ciudad de Alicante. Enero – marzo de 2024. Natalia Molinos. Comisaria de la exposición.

Latir, sentir, vivir. ¿Dónde empieza la emoción?, ¿en el pulso del corazón o en la sinapsis en el interior de nuestra cabeza? Durante mucho tiempo los científicos nos aseveraron que este fenómeno surgía de forma racional en nuestro cerebro, que se trataba de un proceso químico y orgánico alejado desde luego de cualquier aspecto metafísico que pudiéramos relacionar con ese corazón símbolo de pasiones y sentimientos. Nosotros creímos en la Ciencia, nos alejamos de instintos y de ideas sobrenaturales, pero el tiempo pasa y la ciencia no es estática, avanza y con ello sus principios. Lo que era un dogma empieza a contemplarse desde otro punto de vista y ahora se admite que las emociones pueden surgir del corazón, incluso de otro órgano.

Se investiga el campo magnético que puede alterar sentidos y órganos. En ciencia no sólo no está todo dicho si no que hay matices que interpretar y capas de misterio por desvelar y nos obliga a preguntarnos dónde reside la verdad, ¿en la cabeza?, ¿en el corazón?

Mario Rodríguez Ruiz nos muestra en ALTERACIÓN DE LOS CAMPOS MAGNÉTICOS que la ciencia y el sentimiento se entrelazan sin que podamos distinguir claramente sus límites. Desde su sensibilidad creadora, capta estas problemáticas de su entorno, unos tiempos convulsos en los que también se plantea su propio papel como artista en medio de los avances tecnológicos, de la inteligencia artificial que amenaza con coartar la creatividad humana, sin olvidar las raíces culturales transmisoras de ideas, creencias y mitos.

En este camino de descubrimiento y autodescubrimiento hay tensión, dolor, pasión, pero también, esperanza. Los corazones que crea Rodríguez Ruiz son, en general, dolientes: se alteran, sufren. Los vemos quemados, o tan atormentados que hasta surge un ciempiés de su interior. Otras veces se desestructuran en capas que juegan con nuestra mirada, o se duelen tanto que se van transformando hasta casi la rotura pero sin que esta se llegue a producir. Hay corazones con espinas que lo atraviesan o que salen de su interior transformadas en luz, que no siempre es blanca sino que en muchas ocasiones se presenta como la antiluz, el negativo de la claridad. Lo místico nos recuerda al sacrificio divino, el corazón de Cristo atravesado, y nos evoca al dolor íntimo, escondido a los demás, pero que también es un canto a la fe y la esperanza. A pesar de todo, son corazones fuertes, musculosos, que pueden enfrentarse a cualquier acontecimiento aunque no lo parezca.

La técnica es importante. El artista recupera la pintura tradicional pero trabajada de forma novedosa en imágenes superpuestas en varias capas creando una visión tridimensional, cinética y algo inquietante. Este efecto se potencia en muchas de sus piezas con el uso de superficies de resina o metacrilato que se enmarcan en una caja, en varias ocasiones con luz, recordando tanto a las radiografías médicas como a los iconos religiosos, bien sea en forma de oratorio o como esas estatuillas mexicanas tan

kistch de vírgenes rodeadas de luces. La ciencia y la creencia, dos caras de una moneda.

Son obras delicadas en las que se hace notar el cuidado exquisito en su creación, en las que se realza su significado a través de un tamaño que nos conmina a espacios íntimos y recogidos donde encontrarnos con nosotros mismos. Son piezas para ser contempladas con atención, con el mismo mimo con que las ha tratado su autor, incitando a una reflexión casi de reverencia mística especialmente ante las que se resguardan en pequeños receptáculos a la manera de un pequeño tesoro, como cuidamos nosotros mismos a nuestro corazón para que no se nos rompa, porque el latido es lo que nos hace sentir que estamos vivos.